Desde pequeña recuerdo siempre haber disfrutado los paisajes de otoño. Bellas hojas doradas cayendo de los arboles al toque del viento fresco que las hace mecerse, y el aroma en el ambiente que anuncia el fin del ardiente verano. La sensación de libertad del alma y del corazón que da lugar a la felicidad, sí, a una felicidad un tanto inocente que no proviene del dinero o de la gente. De niña disfrutaba cada época del año, pero ninguna como el otoño, lo sentía correr por mis venas y adoraba como dibujaba una sonrisa en mi rostro, una no fingida, sino una directa del alma. Salía a sentarme en la banqueta frente a casa y escuchaba al viento susurrarme un mensaje de vida en el oído y lo dejaba jugar con mis cabellos sueltos mientras el frío viento me hacia querer correr hacia el infinito. Hoy he crecido y una vez más espero el otoño que dará algo de vida a mis esperanzas, ese paisaje que mucho más que las flores de colores vivos llena de romance mi alma. Ese otoño que ahora es inevit
“Spreading my wings to turn my dreams into reality…”