Mientras conducía en la carretera por la orilla de una bella
ensenada, decidí detener el auto y admirar ese bello paisaje, algo dentro de mí
lo deseaba con vehemencia. No me fue difícil encontrar un lugar seguro para
estacionar el auto, y me decidí a vivir esta maravillosa experiencia. El lugar
se encontraba solitario y debía caminar solo un poco hacia abajo para llegar a
la orilla y así poder observar el bello mar que frente a mí se encontraba, tuve
cuidado de los primeros metros que estaban llenos de piedras algo resbaladizas,
y ya que iba de bajada debía ser en
extremo equilibrada para no trastabillar.
Conforme avanzaba el suelo iba cambiando, ya no solo eran rocas y tierra, comenzaba a haber toda clase de plantas verdes que le daban al lugar un aspecto fresco y totalmente hermoso. Camine entre arbustos e hice una veredita hasta que llegué a la orilla. Me encontraba en lo alto y el majestuoso mar debajo y al frente de mí, se veía tan tranquilo y azul que no me alcazaba la vista para admirar el resto de la ensenada, tenía que girar la cabeza hacia ambos lados para poder observar el todo y entonces allí, frente a aquel paisaje, decidí descansar un poco y me senté con las piernas cruzadas y decidí hacer meditación, inspire profundamente y cerré los ojos unos breves instantes para escuchar aquella tranquilidad mientras inspiraba y exhalaba. Esto fue lo que escuche y sentí en el silencio:
extremo equilibrada para no trastabillar.
Conforme avanzaba el suelo iba cambiando, ya no solo eran rocas y tierra, comenzaba a haber toda clase de plantas verdes que le daban al lugar un aspecto fresco y totalmente hermoso. Camine entre arbustos e hice una veredita hasta que llegué a la orilla. Me encontraba en lo alto y el majestuoso mar debajo y al frente de mí, se veía tan tranquilo y azul que no me alcazaba la vista para admirar el resto de la ensenada, tenía que girar la cabeza hacia ambos lados para poder observar el todo y entonces allí, frente a aquel paisaje, decidí descansar un poco y me senté con las piernas cruzadas y decidí hacer meditación, inspire profundamente y cerré los ojos unos breves instantes para escuchar aquella tranquilidad mientras inspiraba y exhalaba. Esto fue lo que escuche y sentí en el silencio:
Gaviota, viento tocando las plantas a mí alrededor, el dulce
vaivén de las olas como un susurro, auto a lo lejos por la carretera, una abeja
volando cerca de mí, el cálido sol tocando mi piel, las pequeñas piedras donde
me senté y el viento con olor y sabor a mar, la tranquilidad de saberme parte de tan
maravillosa y
sencilla experiencia.
sencilla experiencia.
Abrí los ojos después de algunos minutos, aunque en el fondo
realmente no quería, todo se sentía tan pacífico y armónico, pero al hacerlo
fue como si fuese la primera vez que mi ojos pudieran ver los colores, recuerdo que eran tan
brillantes que ya no estaba tan segura de que todo aquello fuera real. No
quería que nada alterará aquella escena, ese bello regalo de Dios y de pronto
una inmensa carga de energía se apoderó de mi haciéndome sonreír y la alegría de
saberme viva medesbordó y me sentí afortunada de tener ese momento para mi espíritu, para mi alma, para mi
corazón. Di gracias a Dios por permitirme la experiencia y me despedí apropiadamente, caminé
hacia mi auto y continué con mi viaje hacia una nueva experiencia.
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